El parque está abierto todo el año, aunque las condiciones climáticas extremas y la ubicación remota limitan la accesibilidad.
Se recomienda visitarlo durante la temporada más favorable, entre noviembre y marzo.




El parque alberga una vegetación típica de los bosques subantárticos, con predominio del coigüe de Magallanes (Nothofagus betuloides), la lenga (Nothofagus pumilio) y el canelo (Drimys winteri).
Estos bosques densos y húmedos cubren las zonas bajas y los valles fluviales, extendiéndose hasta donde la altitud o las condiciones climáticas extremas lo permiten.
En las áreas más elevadas o cercanas a los glaciares, los árboles ceden paso a matorrales, líquenes, turberas y plantas de porte bajo adaptadas al frío intenso y a los suelos poco desarrollados.
La vegetación de este parque juega un rol fundamental en la regulación del ecosistema local y en la protección contra la erosión provocada por las intensas precipitaciones.
La fauna del Parque Nacional Alberto de Agostini está adaptada a un entorno subantártico aislado y húmedo.
En las costas y fiordos es frecuente observar lobos marinos de un pelo (Otaria flavescens), elefantes marinos del sur (Mirounga leonina) y, en determinadas épocas del año, ballenas jorobadas, orcas y delfines australes.
Entre las aves marinas destacan el albatros de ceja negra, el petrel gigante del sur, el cormorán imperial y el pingüino de Magallanes.
En los sectores más protegidos del parque, como los bosques y laderas interiores, habitan especies como el zorro culpeo, el zorro chilla, el carpintero negro y el cóndor andino. La biodiversidad está fuertemente condicionada por el clima riguroso, la escasa intervención humana y la dificultad de acceso, lo que hace de este parque un refugio natural único.